domingo, 19 de septiembre de 2010

Hablar con Muntadas: sólo si la pregunta no es la respuesta

Una conversación puede tomarse como herramienta de amplio provecho creativo. Las Conversaciones con Duchamp de Pierre Cabanne o aquellas que David Sylvester mantuvo con Bacon no dejan lugar a dudas sobre esta posibilidad. Quizá por ello Antoni Muntadas se muestra tan entregado al conversar, y lo hace con una vehemencia natural, muy comunicativo pero tajante en ocasiones. Para quien entiende la obra como artefacto que sólo la audiencia pone en funcionamiento, una pregunta también debe activarse desde fuera. Ha de ofrecer vanos por donde entrar y salir. La pregunta, decía Blanchot, es “habla inacabada”, es “deseo del pensamiento”, pero la respuesta aún puede aumentarlo ofreciendo nuevas aberturas. La más contundente contestación de Muntadas se comporta así, incluso cuando rehúsa responder porque la pregunta que se le hizo “es una pregunta que se contesta a sí misma”.

Una pregunta está en efecto cerrada si asume una radical identidad con su respuesta, y lo que a Muntadas le interesa desde principios de los setenta es sin embargo constatar una suerte de disimilitud: cuestiones que alojan en sí diferencias de sí, proposiciones que se desajustan desde dentro, digamos círculos que no cierran. Muntadas trabaja con series abiertas en las que el motivo es proyectado a través de filtros de traducción de forma que cada respuesta genera nuevas preguntas. Pensemos en un campo tan extendido como el de On translation: decir lo mismo, lo mismo transforma, decirlo igual, igual modifica, la pregunta puede contener desde el origen una respuesta, en efecto, desconocida para sí, incluso en contradicción consigo. El trabajo de Muntadas tendría este tipo de matriz; a partir de ella desarrollaría un arte urgente de fuerte impronta ética, política y social. Pero también es en esa matriz donde podemos encontrar el proyecto estético de Muntadas. Esta doble vía queda a la vista a medida que conversamos con él y observamos cómo dota cada respuesta de corporeidad, incluso cuando marca un límite a la entrevista –“es una pregunta que se contesta a sí misma. Pasemos a otra”– sus respuestas se presentan como gestos, investidas por el concepto pero sobre todo dotadas de cuerpo.

La consigna Warning: Perception Requires Involvement no sólo nos ofrece un acicate activador de conciencia, además deja a la vista un planteamiento estético, sugiere la cercanía del tacto, un sentido cuya lógica indica que al tocar siempre somos tocados. Participar, estar envuelto, involucrase, todo ello conforma el espectro gestual de Muntadas y se remonta incluso hasta la exposición de 1971, donde trabajaba en torno a lo que denominó Subsentidos: el olfato, el gusto, el tacto. Muntadas nos aclara la importancia del impacto sensorial explicando que sólo a través de los sentidos puede darse una dimensión racional en la obra y un ejemplo reciente lo encontramos en su trabajo sobre el pabellón de Mies van der Rohe, donde se ha privilegiado el sentido del olfato.

Recordemos lo que decía sobre una instalación como N/S/E/O (1976): “Espacio físico y cerrado que se refiere a un espacio abierto y mental”. Las nociones de Site specific y Time specific tienden a envolver el campo de reflexión de la obra, pero sabemos que cuando todo parece cosido y bien cosido, todo cerrado y concreto –cuando la pregunta es ya una respuesta– entonces Muntadas encuentra la abertura en una recontextualización permanente de la idea de origen, a través de una incesante traducción. En ese gesto que cierra pero abre nos deja entrever la base estética de su obra, en las entrelíneas que permiten seguir encadenando respuestas y preguntas ¿Dónde habría de estar el arte sino en la articulación? Ahí donde aparentemente no hay nada, donde no se dice nada y sin embargo algo se siente, justo ahí donde Muntadas dice no responder, pero contesta.

Este texto fue realizado en el marco del ciclo de conversaciones con artistas Encuentro Akademia en la Universitat de Barcelona.

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