Jorge Luis Borges ya se había preguntado si cabe “todo el Nilo en la palabra Nilo” cuando escribió un brevísimo relato que seguramente conoceréis; en él imaginaba un mapa tan exacto del “Imperio” que al extenderlo cubriría, punta por punta y cabo por cabo, todo su territorio. Borges terminaba sugiriendo la inutilidad de un mapa de estas características; finalmente abandonado a las inclemencias del sol y de los inviernos, de él sólo habrían quedado los restos. Sin embargo el relato nos deja barruntar aquellas ruinas ya no como mapa sino como territorio: las ruinas de un edificio cuya puerta se atraviesa con el pensamiento de que la copia ha desplazado al original, y así el mapa pudiera sustituir al territorio adquiriendo mayor realidad incluso, acaso esa hiperrealidad de la que nos habló Baudrillard. Pero todos sabemos que entre el mapa y los planos (los que planean modificar el territorio, por supuesto) un gozne bien engrasado nos permite pasar de la descripción a la proyección. Mapear es en definitiva un proyecto que no sólo describe la realidad sino que opera sobre ella, la toma y la modifica.
Con esta intención surgió hace un par de años REU08, un proyecto dirigido al trabajo colectivo procomún con la vista puesta sobre esa bisagra que une cultura y política. Desde sus primeros encuentros hasta los que recientemente se celebraron en Málaga, Sevilla, Córdoba y Granada, este proyecto plantea una doble preocupación: de una parte el arte, la reflexión sobre el arte, el entramado que lo envuelve, sus espacios, sus instituciones; en cuanto a la segunda, se explicita de un modo directo en la siguiente pregunta incluída en la publicación reuceroocho: “¿Qué está ocurriendo para que, en tiempos donde se señala la cultura como una de las principales fuentes de riqueza, los trabajadores culturales estemos atravesados por la precariedad, la inestabilidad en el acceso a la renta, la dificultad para desarrollar y vivir de nuestras creaciones?”.
Doble trabajo, por tanto, que es en el fondo sólo uno: el de “la vida del arte”, por decirlo con Jordi Carmona (Ludotek). Entonces la pregunta se afila: ¿quién está detrás de la cultura? Pero porque hay, efectivamente, un detrás donde se toman decisiones, hemos de advertir con Rancière que otra cuestión debe anteceder a aquélla, a saber: quién puede ocupar ese espacio, o, más sencillo aún, quién tiene tiempo para estar ahí detrás. En principio parece claro que no todos lo tenemos, por una razón sencilla: porque el trabajo no espera. Se trata de un problema antiguo que llevó a Platón a seccionar la sociedad entre los que disponen de tiempo para contemplar el panorama, pensar sobre él y participar de las decisiones, y aquellos otros que no disponen de tiempo, y por tanto no pueden ni acceder a esa visión amplia sobre las cosas ni participar en las decisiones sobre la vida pública.
Conque de primeras no todo el mundo podrá entrar ahí donde se establece el discurso que funda reflexivamente nuestra ciudad, ése que está detrás de las políticas culturales. Imaginemos para ese espacio la fisonomía de una fortaleza en la cima de una montaña, un lugar en lo alto, elevado, también fuerte, tal y como indica la raíz indoeuropea Bheregh, que en otros idiomas ha dado lugar a términos que expresan precisamente el ocultamiento (pienso en el alemán Verbergen). Me figuro un lugar así, desde el cuál se domina (se ve, se contempla) todo el territorio a la vez que se oculta, en su altura, un espacio de culto. Pues bien, este detrás de la cultura que tan arriba nos queda, se encuentra hoy representado en la fuerte identificación de la cultura contemporánea como cultura oficial emanada de instituciones que muy a menudo olvidan que antes del poder constituido está siempre el poder constituyente.
Aunque hayamos dejado atrás la antigua división social entre quienes tenían tiempo para la reflexión y aquellos cuya vida era en todo punto su trabajo, el tiempo libre del que disponemos hace de cuanto lo ocupa un mero pasatiempo, y así se pasa la vida (del arte) como un alimento que no ha sido disfrutado a tiempo. Existe una pasividad vinculada al tiempo libre que queda así compartimentado desde detrás; pero esto puede virar por completo. Para ello, en el marco de REU08 se buscan medios de “renovar de forma radical no sólo los lenguajes y las prácticas artísticas sino también las políticas culturales”. Pero para tomar parte en ese “espacio” de las decisiones hay que hacerse precisamente un hueco, a pie de calle, ciudad por ciudad, como por ejemplo se ha venido haciendo en Sevilla con la Plataforma de reflexión sobre políticas culturales. De todo ello hablamos en la reunión que tuvo lugar en Granada, entre las pinturas de José Guerrero, esas cerillas siempre expectantes. Se tratará entonces de un trabajo de desocultación capaz de mapear el territorio a sabiendas de que, en ocasiones, el agua del Nilo desborda la palabra Nilo.
Este texto fue escrito para el Blog del Guerrero del Centro José Guerrero de Granada en agosto, 2010.
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