lunes, 12 de diciembre de 2011

El infierno, una casa de juegos








Gavarni, Le Diable à Paris, 1845




Cuando decimos infierno en el París del siglo XIX, decimos mucho y sin duda demasiado rápido, sobre todo decimos: abundancia y cambio, muchedumbre y velocidad, todo el desconcierto que un pobre diablo se habría encontrado al llegar a la gran ciudad. A la descripción de esa visita se dedicó una de esas misceláneas fisiológicas publicada en 1846 con el título de Le Diable à Paris y en cuyo prólogo encontrábamos ya las razones que este diablo habría tenido para ir a la gran capital del entretenimiento europeo:

“¿De qué no nos cansamos? –Sucedió que un día, cansado sin duda de hallarse sentado con un tridente en la mano sobre su trono de ébano, Satán se aburrió tanto que quiso distraerse a cualquier precio. La cosa no es más fácil en los infiernos que sobre la tierra, y, después de haberlo intentado de mil maneras sin mejor resultado que un aumento de su aburrimiento, iba a resignarse a aburrirse más, cuando le vino la idea de visitar todas las partes de su inmenso imperio …”[1]

La escena tiene lugar en el otro mundo, pero una vez en éste se trataba de conocer todos las cosas que una ciudad como París puede ofrecerle al Diablo, y no cabe duda de que son muchas, por eso su enviado Flammèche le escribía de inmediato: “Sire, París es la joya de vuestra corona”, hay multitud de cosas que le interesan aquí, “cosas contra las que vuestro aburrimiento no sabría resistir”[2]. Pero, ¿qué cosas eran esas?, ¿qué podía interesarle tanto a Satán? Poco después de la publicación de ese libro, Baudelaire se dispuso a desentrañar tales cuestiones e inició un recorrido por la ciudad buscando los lugares donde el propio Diablo podría campar a sus anchas. Y como era de esperar, lo primero que encontró fueron las casas de juego, esos salones clandestinos desde los tiempos de Louis-Philippe pero que durante el Segundo Imperio seguirían haciendo sonar las tripas de la ciudad. Baudelaire aseguraba que en ellas reinaba un clima exquisito y absorbente, el tipo de ambiente que consigue que uno olvide de inmediato los enojosos horrores de la vida, una atmósfera similar a aquella que respiraron los lotófagos haciéndoles olvidar con auténtico deleite a sus mujeres, a sus hijos y al resto de la familia. Pero lo más interesante para nosotros es que Baudelaire halló que en estas “sucursales” del Diablo todos tenían algo en común: un cierto brillo en los ojos provocado precisamente “por el horror al ennui y el deseo inmortal de sentirse vivir”[3], no otra cosa sería lo que conformaría la “simpatía fraternal” de esa comunidad de jugadores.

Reparemos, sin embargo, en que ese “horror del ennui” es de por sí un pleonasmo desde que el ennui es ya un horror, horror al vacío, horror a una vida que no es vida, de ahí que el aburrimiento siempre venga a la par con el deseo irrefrenable de vivir, y de ahí también que pueda decir Baudelaire que es fuente tanto de todas las enfermedades como de todos los progresos[4]. Virus o combustible, el ennui se extendería por los intestinos de la modernidad sin que se apenas se notara, pues como el Diablo, cuyo más bello engaño es “el de persuadiros de que no existe”[5], también el aburrimiento quedaba disimulado en esas casas de los juegos.


[1] Stahl, P.-J [Hetzel, Pierre-Jules], « Prologue. Comment il se fit qu’un diable vint à Paris et comment ce livre s’ensuivit » en Le diable à Paris : Paris et les parisiens. Mœurs et coutumes, caractères et portraits des habitants de Paris, tableau complet de leur vie privée, publique, politique, artistique, littéraire, industrielle, etc.,etc., vol. 1, Paris : J. Hetzel, 1845, p. 1 : « De quoi ne se lasse-t-on pas? - Il arriva qu'un jour, las sans doute de siéger une fourche en main, sur son trône d'ébène, Satan s'ennuya si fort, qu'il voulut à tout prix se désennuyer. La chose n'est pas plus facile aux enfers que sur la terre, et, après avoir essayé de mille moyens sans réussir à autre chose qu'à augmenter son ennui, il allait se résigner à s'ennuyer davantage, quand l'idée lui vint de visiter toutes les parties de son immense empire. »

[2] Idem., p.29: « Sire, Paris est le plus Beau fleuron de votre couronne, et je serai vientot en mesure d’envoyer succefsivement à Votre Majesté un compte vendu fidele de ces mille chose gaies et de ces mille choses tristes dont se compose l’univers parisien; -toutes choses contre lesquelles votre ennui ne saurait tenir, -sans oublier ce que vous aimez tant –des images a toutes les pages! «

[3] Baudelaire, Charles, Petits poèmes en prose (Le Spleen de Paris) en Œuvres Complètes, vol. 4, Paris : Michel Lévy frères, 1869, pp. 88 : « Si je voulais essayer de définir d'une manière quelconque l'expression singulière de leurs regards, je dirais que jamais je ne vis d'yeux brillant plus énergiquement de l'horreur de l'ennui et du désir immortel de se sentir vivre. »

[4] Idem., p. 91: « Afin de compenser la perte irrémédiable que vous avez faite de votre âme, je vous donne l'enjeu que vous auriez gagné si le sort avait été pour vous, c'est-à-dire la possibilité de soulager et de vaincre, pendant toute votre vie, cette bizarre affection de l'Ennui, qui est la source de toutes vos maladies et de tous vos misérables progrès. »

[5] Idem.

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